¡FELIZ, FELIZ NAVIDAD,
LA QUE HACE QUE NOS ACORDEMOS
DE LAS ILUSIONES DE NUESTRA INFANCIA,
LE RECUERDE AL ABUELO
LAS ALEGRÍAS DE SU JUVENTUD,
Y LE TRANSPORTE AL VIAJERO
A SU CHIMENEA Y A SU DULCE HOGAR!
(CHARLES DICKENS)
Llegadas estas fechas, qué menos que desearos a todas y todos unos estupendos días vacacionales (sin tener en cuenta -o tal vez sí- los resultados de la primera evaluación). Y qué mejor que en compañía de un buen libro, que para eso ésta es la página de la Biblioteca.
Finalmente, como postal navideña, aquí os dejamos el capítulo 116 de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, obra de la que se va a celebrar próximamente el centenario de su publicación.
¡Hasta 2014!
¡La candela en el
campo!... Es tarde de Nochebuena, y un sol opaco y débil clarea apenas
en el cielo crudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un
indefinible amarillor en el horizonte de Poniente... De pronto, salta un
estridente crujido de ramas verdes que empiezan a arder; luego, el
humo apretado, blanco como armiño, y la llama, al fin, que limpia el
humo y puebla el aire de puras lenguas momentáneas, que parecen
lamerlo.
¡Oh la llama en el
viento! Espíritus rosados, amarillos, malvas, azules, se pierden no sé
donde, taladrando un secreto cielo bajo; ¡y dejan un olor de ascua en
el frío! ¡Campo, tibio ahora, de diciembre! ¡Invierno con cariño!
¡Nochebuena de los felices!
Las jaras
vecinas se derriten. El paisaje, a través del aire caliente, tiembla y
se purifica como si fuese de cristal errante. Y los niños del casero,
que no tienen Nacimiento, se vienen alrededor de la candela, pobres y
tristes, a calentarse las manos arrecidas, y echan en las brasas
bellotas y castañas, que revientan, en un tiro.
Y se alegran
luego, y saltan sobre el fuego que ya la noche va enrojeciendo, y
cantan:
...Camina, María,
camina José...
Yo les
traigo a Platero, y se lo doy, para que jueguen con él.
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