DESDE LA INFANCIA DA SEÑALES EL INGENIO.
(SÉNECA)
(SÉNECA)
Segunda entrega de los recuerdos de infancia de nuestro alumnado. Hoy, dos textos más.
Cuando era pequeño, tenía un balón de peluche con el que dormía por las noches y creía que, practicando con él, sería algún día un futbolista profesional.
Cuando estaba de viaje, cuando veía la tele, cuando cenaba... hasta cuando me cepillaba los dientes, siempre lo llevaba conmigo.
Pero, un día, le di una patada y se coló en la casa de al lado.
En esa casa no había nadie en ese mismo momento. Sí apareció un perro que, al caer el balón, lo mordió, lo sacudió y lo destrozó.
Mi madre dijo que me iba a comprar otro. Pero yo quería el mío y, si no lo conseguía, no quería ningún otro.
Cuando era pequeño, tenía un balón de peluche con el que dormía por las noches y creía que, practicando con él, sería algún día un futbolista profesional.
Cuando estaba de viaje, cuando veía la tele, cuando cenaba... hasta cuando me cepillaba los dientes, siempre lo llevaba conmigo.
Pero, un día, le di una patada y se coló en la casa de al lado.
En esa casa no había nadie en ese mismo momento. Sí apareció un perro que, al caer el balón, lo mordió, lo sacudió y lo destrozó.
Mi madre dijo que me iba a comprar otro. Pero yo quería el mío y, si no lo conseguía, no quería ningún otro.
Daniel del Moral Muriel
Mi recuerdo de la infancia no es una cosa, sino que es un animal: mi cotorra. Se llamaba Curro. Jugábamos al fútbol con balones chiquititos, al escondite, al pilla¡-pilla, al helicóptero y a hacernos el muerto. También me gustaba enfadarlo y jugar a las peleas, mis dedos contra su pico.
Un día nos lo llevamos al bar del primo de mi padre. Curro bebía coca-cola en una chapa y yo en un vaso.
Era muy cariñoso. Un día aprendió a decir la palabra "niños". Cuando me iba al colegio, me perseguía para jugar. Incluso en una ocasión se metió en mi mochila, que estaba abierta y sin preparar. Menos mal que me di cuenta.
Un día, mientras jugábamos al fútbol, se fue volando. Lloroso lo busqué y no lo encontré.
Yo creo que aún vive en algún hermoso lugar.
Un día nos lo llevamos al bar del primo de mi padre. Curro bebía coca-cola en una chapa y yo en un vaso.
Era muy cariñoso. Un día aprendió a decir la palabra "niños". Cuando me iba al colegio, me perseguía para jugar. Incluso en una ocasión se metió en mi mochila, que estaba abierta y sin preparar. Menos mal que me di cuenta.
Un día, mientras jugábamos al fútbol, se fue volando. Lloroso lo busqué y no lo encontré.
Yo creo que aún vive en algún hermoso lugar.
José Antonio Leyva Torices
No hay comentarios:
Publicar un comentario