Aquí tenéis las cartas ganadoras del último certamen: una de primer ciclo de la ESO y dos, ex aequo, de segundo ciclo de la ESO.
Carta-poema de Ana María López Gómez (2º ESO A)
Cuando tus ojos me miran,
siento una gran emoción
y un escalofrío inunda
mi profundo corazón.
Cuando tu boca me sonríe,
siento una gran ilusión
y me sonrojo nuevamente
al ver en ti la pasión.
Cuando tus manos me tocan,
siento que es grande el amor.
Todo se llena de chispa,
de alegría y de dulzor.
Carta-poema de Andrea Polo Díaz (3º ESO)
¿Querer es poder?
Y ahora es cuando me pregunto por qué lo hice.
Lo que me hacía feliz es lo que hoy me hace estar triste.
Quiero olvidar las palabras que un día dije,
pero no sucede nada:
otro intento de borrar el pasado
que no da resultado.
No existen los cuentos de hadas,
ni las princesas, ni los finales felices
y ya ni mencionemos lo de comer perdices.
¿Sabes? No todas las ranas se convierten en príncipes.
Un simple error pudo cambiar mi vida
y aquí sigo, todavía perdida.
Un alma en pena escribiendo sola,
inspirada por su única herida:
fue mi culpa, no pude evitar tu partida.
Ya nada ha sido lo mismo.
Me caí por un abismo,
se fue la palabra amor y él se perdió en el olvido.
Cuida lo que tienes antes de que sea tarde
porque no recuperarás lo perdido,
porque no recuperarás lo vivido.
Recuerda que querer no es poder
cuando se llega tarde.
Carta de Daniel de Moral Muriel (4º ESO)
EL GATO DE
SCHRÖDINGER
A
veces estoy vivo.
Vivo porque escucho el latir de
mi corazón y el modo en que los trozos de alma rota resuenan en mi
corazón.
Me levanto de la cama y me quedo
mirando al infinito y pensando en tu sonrisa.
Ahogo mis gritos en las sábanas
y tiemblo por el frío del aliento de la luna.
Rabia, asco, desidia, tristeza,
pesar, cordura y locura: todo esto lo siento, y sentirlo me hace
estar vivo.
Vivo cansado, pero vivo,
perdiendo los estribos y escribiendo como un loco.
El tiempo son las cadenas que me
impiden ser libre y me ata a la vida.
La cama es el cálido hoyo en el
que lloro y sollozo hasta reventar. Soy el cántaro de la lechera,
el efímero vuelo de Ícaro. Y es por todo esto por lo que formo
parte de la vida.
A
veces estoy muerto.
Muerto porque duermo a pesar de
tener abiertos los ojos mientras descanso en un bastión oscuro y
derruido.
Me encuentro en un hastío
demencial en el que mi piel pesada estorba y carece de calidez. La
pluma se deteriora y, cuando se quiebre, dejaré de escribir.
Mi cama es mi nicho. Ya está
todo hecho.
Despierto con el cosquilleo de
la Parca hurgando en mi pecho. Ya no opongo resistencia.
Ni soy débil ni soy fuerte. Por
eso este ser moribundo forma parte también de la muerte.